EL MUNDO

11 septiembre 2013

 

Fiebre de apps

José Luis de la Serna

 

El cambio se acelera. Probablemente no haya existido en medicina una revolución tan rápida -y ha habido muchas- como la  que tiene ahora lugar con la 'm-Health'. Tiene tal fuerza que desde que surgiera el concepto -hace muy pocos años- de lo móvil y ubicuo, representado por los smartphones y las tablets, lleva camino de convertirse en una pieza fundamental en todos los sistemas sanitarios del mundo.

 

La m-Health cambiará el paradigma de la información, la educación, la monitorización de enfermedades crónicas, los videojuegos para garantizar la adherencia a las terapias, los hábitos de vida saludables, las consultas con los especialistas, las segundas opiniones, las estadísticas fiables... Prácticamente todo. Las apps en las que se apoya esta revolución serán los actores principales de la misma.

 

Cada vez hay más datos, informes muy sesudos y estudios prospectivos que ponen sobre la mesa lo que están dando de sí y -sobre todo- lo que darán en un futuro próximas las aplicaciones de salud. Algunos ejemplos: 97.000 apps disponibles en las tiendas virtuales de Apple y Google. Cuatro millones de descargas mensuales (300.000 de apps que han sido de pago en su primera adquisición); 80% de los médicos usando un smartphone. De ellos, el 93% opina que la m-Health ayudará a mejorar la salud de los pacientes. Y el 40% de los galenos, convencido de que se puede reducir el número de visitas presenciales, aumentando las virtuales. Sin citar los miles de millones de euros que el concepto moverá en los próximos años.

 

Por otra parte, sorprende que cardiólogos de reconocido prestigio reconozcan que hace tiempo que no usan el fonendoscopio en la consulta. Porque les basta con el iPhone y el ecógrafo de bolsillo que llevan en la bata. Muchos tienen la sensación de que el icono de la medicina del siglo XXI será un mix entre iPhone y el iPad, algo así como un 'phonetablet' o un 'tabletphone', si se prefiere.

 

Pero antes de sumergirnos con fe ciega en este nuevo mundo, habría que preguntarse si existe evidencia científica de que estas tecnologías de trayecto imparable puedan ser realmente eficaces y eficientes para la sanidad. La verdad es que a día de hoy hay muy pocos datos, muy pocos estudios que avalen con rigor un cambio tan profundo. Una reflexión que no tiene porqué llevarnos al escepticismo de los que recelan de tanto modernismo sino a diseñar estudios de calado que certifiquen, o no, si el nuevo horizonte es tan esperanzador como parece.

 

Hay pues que plantearse, como se hace con los fármacos, las pruebas de concepto en las que se evalúe el potencial real de estos soportes. Porque, de lo contrario, existe un riesgo alto de entrar en un caos donde no haya forma de distinguir el polvo de la paja. Y también de desaprovechar lo que se intuye como algo fascinante.